Estaba sentado en su sillón predilecto, con la mano sobre aquel teléfono gris. De vez en cuando lo miraba de soslayo, como si esperase alguna llamada importante. Pero el no se inmutaba en sonar.
Y es que la verdad de las cosas es, que era habitual que se sentara en el mismo lugar con la misma expresión en el rostro y con la misma mano en el mismo teléfono, dando la misma impresión de esperar alguna llamada. Ha estado así desde hace más de 7 años.
Hace 7 años atrás, el era un hombre joven, de cuerpo bien agraciado, un buen trabajo y una vida plena junto a su familia. Era la envidia de todo aquel quien tuviese la oportunidad de intercambiar alguna palabra con él. Lo tenia todo; una casa bien amoblada, dos hijos perfectamente educados, una esposa que a pesar de sus cuarenta y tantos, se mantenía en total apogeo, un auto último modelo, una amante; bueno la verdad unas varias. De las que nadie supo nunca y ni su esposa llegó a sospechar. El era demasiado inteligente y tenía todo bajo control.
Un jugoso sueldo a fin de mes, una que otra regalía por ser el que mejor desempeñara su labor, incluso algún bono con dinero extra. ¡A quien no le iban a dar ganas estar en su pellejo!
Ser el centro de atención de los demás, engendrándoles envidia, le causaba mucha gracia y lo hacia sentir realizado. Incluso sus amigos no eran de la calaña de sus compañeros de trabajo, eran ni más ni menos los hijos del gerente de la empresa en la que trabajaba. De vez en cuando lo invitaban a jugar un partidito de golf o de tenis. El era un ex campeón nacional de tenis y un aficionado del golf, pero su orgullo era mucho menor cuando se trataba de jugar con aquellas amistades, dejándose ganar “limpiamente” por que eran muy buenos jugadores esos muchachos, pudieron haber sido profesionales.
Cada vez que llegaba a su casa, su esposa lo recibía con los brazos abiertos y una sonrisa que de haber sido mayor le hubiese llegado hasta las sienes. El de manera muy galán se acercaba a la madre de sus hijos y le daba su bien merecido beso de buenas tardes y le dedicaba una sonrisa encantadora. Los niños en ese momento no se encontraban en su hogar, aun permanecían en el colegio. Iban a uno de los colegios más caros de la ciudad. El quería que sus mayores orgullos fuesen dueños de empresas y los más astutos en todo cuanto se propusiesen. Como él.
Entraba a su hogar, siempre acogedor; el que siempre añoraba cuando se acercaba la culminación de sus horas de trabajo. Miraba a su alrededor e inspiraba una gran bocanada de aire, hinchando sus pulmones y levantando los hombros. Exhalaba conforme. Le gustaba todo cuanto veía, era maravilloso ser el.
Se sentaba siempre en la cabecera de la mesa para comer, era el jefe de hogar así que le correspondía por ley aquel lugar. El lugar de su esposa era siempre a la derecha y el de sus hijos, uno frente a él y el otro a su izquierda. Estaba todo fríamente estipulado y nadie se salía de lo ya establecido. Eran sus reglas por sobre todas las cosas
La hora de la cena era siempre con la familia completa. Sus hijos ya llegados del colegio desde hacia más de una hora, con las manos limpias y bien arreglados hacían acto de presencia en sus puestos establecidos en la mesa familiar. Su esposa, quien organizaba el arreglo de los utensilios y de la preparación de la comida era la única que no hacia presencia en la mesa puesto que su labor era el servicio de la comida. Para que contratar una empleada si la tenía a ella, además nunca se ha quejado diciendo que no le gusta lo que hace, es más, hasta parece disfrutarlo.
Servida la comida, la esposa tomaba posesión de su puesto y se preparaba a hacer la bendición que normalmente iniciaba el jefe de hogar, el que en varias ocasiones le cedía aquel privilegio a alguno de sus hijos, para que desde ya internalizara sus costumbres y que en algún futuro el las enseñara a sus hijos.
Esta vez el jefe de hogar tomó la palabra, dando gracias por los alimentos que iban a ingerir en ese momento. Y empezaban a engullir aquella comida que con tanto cariño hizo la mujer de ahí. Madre y esposa a la vez.
-que bien se siente soñar toda esta mierda…- acomodándose hacia el otro lado y cruzando una pierna, sin quitar la mano del teléfono.
De verdad estaba solo, la televisión chirriaba frente a el, pero aunque tuviese el control al lado, no se molestaba en cambiarle canal. Le gustaba el ruido, lo hacia sentirse menos solo.
Miraba el techo, luego hacia un lado, veía las paredes con una capa considerable de polvo, los retratos sobre la mesa de centro, las figuritas de loza y la chimenea perecían victimas de los años. Estaba todo tirado y en desuso.
Tenía las manos llenas de lodo, y es que hacia un par de horas había trabajado con la tierra, removiéndola y haciendo un par de agujeros,
-hay que hacer esto de una buena vez- se dijo mientras enterraba la pala – esta mujer no me va a dejar tranquilo si no meto esto bajo tierra- dijo riéndose mientras se tiraba unos baldes de agua para refrescarse, era un día caluroso y trabajar a pleno sol era sofocante.
Luego de haber hecho su trabajo se dirigió al buzón de correos y depositó un pequeño sobrecito. Entro a la casa.
Al fin luego de un rato, se decidió a cambiar la Tv, estaban transmitiendo un programa par hacerse millonario
- tontos incrédulos que creen en esas estupideces- dijo mientras levantaba ambas manos, era la primera vez que separaba su mano del teléfono. Pero luego recuperó la compostura y volvió su mano al sitio que le correspondía.
Siguió cambiando de canal, había una película de vaqueros, una serie en inglés con subtítulos, el canal de dibujos animados
- y pensar que a estas horas ellos veían estos dibujos jajaja hay que muchachos estos- sonriendo, cambió al canal siguiente, en el que había unos anuncios de maquillajes y set para la belleza
- Roxana tenia de esos mismos, pero la muy torpe los usaba casi nunca!- cambió de nuevo de canal y se encontró con un partido de básquetbol. Decidió que mirar algo de deportes le haría bien, al menos lo distraería un buen rato.
Sus hijos, ya habían crecido bastante. Eran de 14 y 16 años, todos unos adolescentes, hasta tenían sus respectivas novias. El inflaba el pecho como quien fuese paloma y los veía en la acera de la calle paseando con ellas, uno era mas astuto que el otro y se le abalanzaba de manera muy fogosa a la pobre muchacha que no le quedaba otra mas que seguirle, algo confundida pero luego de un instante todo se hacia mas tolerable incluso le llegaba a gustar.
- A mi salió ese campeón!!- decía golpeándose el pecho, con euforia, lo enorgullecía. A diferencia de su otro hijo, era más sensible con la chica que presentaba como su novia, era delicado y detallista, unas flores un dulce, una cinta para su cabello, un beso en su mano, lo suficientemente tierno como para hacer que su chica se derritiera ante el.
- ese chiquillo es un marica!! Como tratar a una mujer asi! Ellas necesitan un hombre! Un brazo fuerte!- decia empuñando la mano, enfurecido. Su mujer lo oia y agachaba la cara, prefería seguir con sus labores a oír el ego de macho inflamado que tenia su marido.
Al llegar a casa sus dos hijos, el se disponía a darle su charla de cómo tratar a sus novias y regañaba poderosamente a uno de ellos por parecer homosexual a la hora de estar con “su chica” ya que a la hora de decidir estar con ellas eran de su propiedad. El solo lo miraba y asentía, aunque en lo que le dijese le entrara por un lado y le saliera por el otro
-no soy ciego viejo estúpido, crees que no se como tratas a mamá y de lo humillada que la haces sentir- decía para si el muchacho, no tenia el valor para encarar a un hombre corpulento, que le doblaba en edad y el costeador de todos sus gustos y estudios. No, aun no era el momento.
-¡¡¡¡¡Bieeen!!!!! ¡¡Idiotas!! ¡¡Ya era hora que ganaran!!- dijo levantándose del sillón de un golpe, riendo a carcajadas, los locales habían ganado esta ronda y estaba feliz. Pero luego volvió a tomar su lugar, misma posición, misma expresión.
Pasaron dos años desde que sus hijos se graduaron. Uno fue a la universidad y el otro estaba en la marina. El y su esposa se quedaron solos viviendo en aquel hogar. La situación era la misma, mismo trato y misma forma de vida, ya sus dos causantes de gastos; como en algún momento dijo, estaban fuera de su hogar y eran capaces de sustentarse solos. Ya no mas gastos extras, ahora se trataba de su bienestar y solo eso.
Su esposa desapareció de la nada, solo se llevó consigo el automóvil, el gruñó creyendo que se había fugado con algún amante que tenia la “perra esa”
No quiso ir en busca de ella y mucho menos dejar alguna constancia de que lo habían abandonado, menos del auto, ya el podría comprarse uno nuevo. Había que mantener la apariencia de familia feliz y hombre satisfecho.
Sus hijos vinieron tiempo después, a reclamar por su madre, de la que no tenían noticias. El les dijo que la “puta” de su madre se había fugado con un amante que tenia desde hace años. A esa la querían mas que a el ¡a esa! ¡a la que en secreto se veía con otro!
Se quedaron sentados y callados por un largo rato, el los despacho respectivamente en sus autos y de ahí nunca mas supo de ellos. Tampoco fue en busca de ellos ¿¡para qué!? Eran unos malagradecidos.
Seguía con su mano en el teléfono, reía un poco de las cosas de antaño, las que en algún momento lo hicieron ver como un Señor, al que le levantaban el gorro para saludar, el que provocaba emoción si les devolvía el saludo. Esa era su vida.
Recordaba la manera de cocinar de su mujer, exquisita, delicada y los detalles que se esmeraba en colocar. Cada día era una mesa distinta, aunque la compañía fuese igual.
Sus hijos, que a pesar de su ingratitud, fueron los hombres mas buenos que pudo haber formado con su mano dura y con su esfuerzo
RIIIIIIIIIING!! RIIIIIIIIIIIING
Se levantó de un salto, el que hizo que perdiera el hilo de su pensamiento. Cogió el auricular y se lo acercó al oído
-¿hace cuanto que está ahí?
- desde siempre
- cuanto llevan ellos ahí
- 6 años- mentía
- Su carta dice desde hace 7 años, si me miente no voy a poder ayudarlo
- está bien! Si, son 7 ¿ya fueron por ellos?
- los están sacando
- ¿y yo que hago ahora?
-no se preocupe- sonó el timbre de la puerta – usted tiene que venir con nosotros
- ¿me van a esposar?
- claro! Es parte de nuestro trabajo
- de acuerdo! Pero no deje que me vean los vecinos –dijo mientras iba caminando hacia la puerta con el teléfono en mano
- eso no se lo puedo asegurar, ahora ábrame la puerta por favor- sonó de nuevo el timbre
- ok - abrió la puerta y se encontró con un hombre de contextura gruesa, tenia un celular pegado en el oído sujetado por su mano
- ¿ya es hora?- dijo colgando el teléfono
- si señor ya es hora- lo tomó del brazo y lo esposó haciendo que el teléfono del hombre cayera al piso y se deshiciera en el impacto -Eduardo Mejias, queda usted arrestado por el homicidio de….
Que bien se siente soñar toda esta mierda….