viernes, 6 de mayo de 2011

Somos: Velocidad y tiempo

Me muevo sobre escuetas maquinas metálicas,
Mientras veo cuan lento puede avanzar una gaviota a ras de las olas,
Bordea con las alas el agua y avanza en picada hacia la profundidad.
No apura, no presiona;
Vuelve a salir con su necesario, se va.
 Se pierde en las montañas de azul,
La que a veces se tiñe de gris, de blancos.

El mundo se toma su tiempo, tiene para todo su momento.
Se ríe de mí, una perenne humana,
Jocoso está, de verme mirar el tiempo
Avanzando, según, a mi total desventaja.

Velocidad,  son ochenta kilómetros los que dirigen mi vida.
Una magnitud, un inherente número que saca cuentas de mis minutos, de mi lapso.
De mi escaza oportunidad para poder observar.
No tiene dirección y está a un paso del sin sentido.

Tan rápido nos movemos entre la multitud que osa pasar,
Atacando nuestros pasos, chocando entre nosotros.
Obstruyéndonos, quitándonos vivacidad,
Ya que estamos contra el tiempo.
No nos dejamos avanzar.

Somos en esencia, celeridad,
Engranes falsos de torpes armazones, cables, fierros;
Y un par de pies que cargan con nuestra desesperación por querer volar sin detenernos,
Solo queremos imitar a la constante universal;
La que jamás llegaremos a alcanzar.

 No hay tiempo, no podemos perder el tiempo
Las horas del día no nos alcanzan;
Los minutos se cuentan segundo a segundo
El reloj  hace un recuento de nuestros destinos,
Y los árboles, armoniosos
Mueven sus hojas al son de las brisas,
Reverenciando a los digitales,
Inclinándose ante las varillas de segunderos y minuteros,
Gira su mirada hacia los celajes
Y les pierde el respeto,
No le importa lo que estén marcando.

Torpemente somos lánguidos;
Parsimoniosos, brutos a cabalidad,
Idiotas marcando caminos o armando puentes,
Construyendo líneas, para no perder el tiempo.
Volteamos como rezo sagrado los relojes de arena,
Que tontos, que bobos.
No necesitamos alcanzar al tiempo,
De qué sirve la velocidad
Todo lo tenemos adelantado, hace años,
A perpetuidad.

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