lunes, 20 de septiembre de 2010

Cumpleaños


¿Qué más da un año más en nuestras vidas? Tal vez cuando tienes cincuenta y miras todo lo que haz hecho, ves que fue productivo y valió la pena, cada lágrima que cayó por tus rostro; cada golpe que te diste y rasmillaron tus rodillas, cada dolor que tuviste que soportar – en silencio y a viva voz-

¿Pero y si cumples veinte? Miras hacia atrás y solo vez pequeños progresos hacia lo que será tu futuro, malas o buenas decisiones que te impulsaron a cometer pequeños errores, o quizás esas fueron las correctas y ni siquiera fueron errores, solo buenos momentos y buenos pasos que te impulsarán hacia adelante.


Ningún día, exceptuando ese -y el de las madres-, recordamos que una madre nos gritó mientras salíamos de su vientre – fue el primer regaño que recibimos, por si no lo notaron -  Unos, por planes, otros simplemente salimos de sorpresa sin un plan especifico; cambiando radicalmente la vida de aquellas que pudieron simplemente no dejarnos vivir y seguir, como si nada hubiese pasado. Pero los que estamos aquí, aprendimos a caminar, a dejar de babear, a comer con nuestras propias manos – al principio como todo un desastre – a correr, a jugar a reír y a llorar, cuando estimásemos conveniente, no para recordarle a mami o a papi que nos faltaba algo.

Uno, dos, diez, veinte, treinta y cinco, cincuenta, cien… son tantas celebraciones…

Pero cada una tiene su toque diferente.

Como cuando cumplimos un año, el que creo nadie recuerda, solo en fotos; se adornaba tú casa con infinidad de cosas: serpentinas, globos y te ponían esos gorritos ridículos o coronas de princesas y te vestían como la persona más importante de toda la celebración, aunque normalmente para las niñas era ese típico vestido blanco o rosa y para los niños alguna tenida que los hiciese ver realmente encantadores. Regalos, los que nunca tomaste en cuenta y te pusiste a jugar con sus cajas o con aquellos coloridos papeles que los envolvían, por que eran mucho más llamativos que esas sonajas o esos muñecos plásticos que sonaban al apretarse. En fotos repasas esos recuerdos que son valiosos para tus padres, pero del que ni consciencia tenias. Miras la cara de otros bebés, unos llorando por la incomodidad de la situación, otros simplemente en brazos de sus mamás jugando con una galleta, bebés que jamás vas a volver a ver, gente que nunca más te volviste a cruzar. 

Los primos y parientes que jamás se pierden esa celebración y el infaltable amigo-vecino que estuvo en esa celebración y resulta que cuando revisas el resto de tus fotos está en todas tus celebraciones, hasta se vuelve un compañero de curso y amigo eterno de infancia. Muchos aún lo mantienen, otros nunca más los volvieron a tratar. Quizás por distancia, quien sabe…
Cumplimos dos y la situación no cambia demasiado. Pasan los años y las fiestas de muchos de nosotros no pasan de pasteles, completos (hot dogs), bebidas de fantasía, juegos que inventan nuestros padres para que los invitados no se aburran. Pero cuando cumplimos dieciocho la cosa es muy diferente. Ya muchos olvidan los pasteles, en su mayoría un buen asado (barbacoa), alcoholes, y lo más lejos posible de la casa de tus padres.

De apoco, nos damos cuenta que exigimos independencia, pedimos espacio, pedimos libertad. Sin medir consecuencias, las que tarde mal y nunca nos pasan la cuenta. Y tenemos nuestros primeros errores, primeros fracasos, primeras desilusiones amorosas incluso, esas que el sabor amargo cuesta sacar de nuestro paladar por un tiempo considerable.

Nos volvimos grandes, nuestros cumpleaños reflejan como vamos creciendo –no de manera física- a medida avanzamos en el tiempo. Mientras cumplimos nuestros años, menos pensamos en como celebrar esa fecha, antes era todo un acontecimiento, días de planificación. Ahora, solo una comida con un par de amigos, la salida a un bar, pub, algo para relajarse un rato. A veces un par de regalos, antes, habríamos mirado amenazantemente a quien osase entrar a nuestra fiesta si no entrase con aunque fuese un chocolate –todos en algún momento los recibimos y fueron objeto de nuestros regalos-. Y mientras más grande la fiesta, mucho mejor.

Valoramos un menor grupo de gente, pero que siempre están cuando haces esa pequeña celebración. Muchas más llamadas de teléfono diciéndonos “feliz cumpleaños, que la pases bien”.

Una vez me pregunté cuando cumplía años ¿Cómo fue que llegué hasta aquí tan rápido?  A los diez años fue la primera vez que lo hice. Y llegué a la conclusión de que pasan los años demasiado rápido. De manera veloz. Aunque el tiempo no se apure, el tiempo no se haga más rápido, las manecillas del reloj no caminan saltándose los números. El tiempo solo hace su trabajo…continuar.


¿Cuánto vale un año más en nuestro cuerpo? Vale una sonrisa, vale un ahogante suspirar que llene esos vacios pulmones y gustoso de estar un día más con vida, aunque ese día tenga un significado en especial. Aunque sea la fecha de tu cumpleaños y eso implique que tu cuerpo envejezca, pero tu alma, jamás.

Cumplo en un futuro martes, un año más de vida y hoy miro hacia atrás. Saben, no me ha faltado nada por hacer, nada de lo que hice y he hecho debo arrepentirme y cuando cumpla treinta, cuarenta, cincuenta o cien, espero mirar hacia atrás y sonreír – espero que no me falten dientes, si no ¡ortodoncia segura!- y saber que sigo pensando lo mismo…

Feliz cumpleaños atrasado para quienes lo cumplieron y para los que aún no –como yo- que tengan un feliz día de cumpleaños.

Y disfrútenlo, por que falta un año más para el que sigue…

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