martes, 26 de julio de 2011

El Cuadro de Dalí

Cuando decidí apretar del gatillo, comprobé que sí, la vida que tuviste pasa por tu cabeza, completamente, en cuestión de minutos. El comprobar el dolor de mi familia, el ver mi funeral, ver el cajón en el que me encontraría, rodeado de flores, provocando un aroma empalagoso en el ambiente, mirando a la gente, que lloraría por mi partida. No me hacia cambiar de idea. La verdad, había bloqueado todo mi sentir, ya mis sentimientos no estaban en función de mis actos. Solo me había sentado en lo que fue mi escritorio.
Había decidido tirar del gatillo.
No me daría tiempo para sentir la bala, que atravesaría mi cráneo, en cuestión de segundos. Vería ya mi cuerpo en el suelo, con las sienes reventadas y el piso ensangrentado. No había vuelta atrás, quería tirar del gatillo. Me paré frente a la ventana y observé la perspectiva que había desde el noveno piso de esta compañía, la que me debía veinticinco años de servicio, pero de los cuales, nunca recibí bonificación. Es tan solo un click.
Volví a mirar aquél asiento en el que estaba yo, con la mano dispuesta en el gatillo, lista para hacer presión y apagar la vida de aquél imbécil ciego que era. Me acerqué, estaba sudando, era indicio de que estaba nervioso, asustado, estaba arrepintiéndome.
Eso me animaba un poco, después de todo no era tan estúpido como creí. En mi calidad de humano aun existía algo de cordura. No, ese no debería ser mi final, tenía que haber algo mejor. Mi mano había aflojado. No tires del gatillo La duda, madre de la cobardía.
No me servia seguir usando el oxígeno que otro podía utilizar mucho mejor que yo. Era un marido engañado, no con mi mejor amigo; si no con mi sobrino, 10 años menor que ella. Un mal padre, un pésimo funcionario; de ahí el por que nunca me valoraron los años de servicio. Mis amigos no eran realmente mis amigos, si de ellos dependiese, me acuchillarían por las espalda al primer descuido. Apreté los nudillos de mi otra mano y con ello tensé la mano que tenia el arma.
Hazlo, no perdemos nada.
Respiré hondo. Después de todo había dado lo mejor de mí a mi única hija, la que por desgracias del destino, era una estupefaciente y alcohólica. Era preciosa, de ojos verde oscuros, una tez trigueña que brillaba al sol y cabello rizado, negro. No quería dejarla en el agujero en el que se encontraba, sabía que podía hacer algo más por ella y que podríamos sacarla de la cárcel. Tenía que hacer algo por salvarla, no creía que los valores que alguna vez le inculcamos no hayan valido nada. Esbocé una sonrisa de alivio. Ella nos necesita Golpeé el vidrio con las manos. Aun recordaba la voz de ella cuando nos dijo “me lo jalé todo y a todos” También recuerdo la bofetada que le di haciendo que cayera al piso. Desde aquel día que no me volvió a dirigir la palabra. Ignoraba mi presencia. “Eres un puto, de ti lo aprendí, viejo de mierda” fue lo que dijo cuando salió de la casa. No volvimos a saber de ella hasta cuando supimos que estaba encarcelada por haber asaltado un puesto de comida rápida.
La chiquilla es una perra mal agradecida, hagámosle el favor, para que no nos siga viendo la cara de imbéciles. ¡¡¡Presiona el gatillo!!! Me había asustado. No podía dejar que todo esto se arreglara así, aunque realmente dudo que se vaya a arreglar. Pero tenía que seguir peleando.
Dios aprieta, pero no ahorca. Aflojé y dejé caer lentamente mi brazo. Baja la mano, ese es nuestro primer pasoQuité el cañón de mi sien. Dios ¿en dónde está? Si estuviese aquí como dicen las religiones, no dejaría que usaras un arma, no te habría dejado sufriendo. De existir, abríamos hecho una buena elección con tu mujer y no habríamos aceptado a la cerda pedófila que tenemos en la casa, esperándonos, creyendo que su romance es de total desconocimiento nuestro y de todo el mundo.
No quiero ser el hazmerreír de los demás. Me iban a apuntar con el dedo cada vez que me viesen. No les des el gusto de que vean nuestra cara. Levanta nuestra mano y hazlo No lo hagas, podemos divorciarnos y demandarla. Somos abogado, no quedaría ni con un centavo. La mujer siempre tiene más beneficios en una corte, puede hasta acusarnos de maltrato, siendo que nunca le pusimos un dedo encima. No hay nada que lo compruebe. Pero se los puede provocar Estábamos peleando. Una excusa, un motivo tras otro
No quiero estar en medio de dos malditas decisiones….¡¡Cállense de una buena vez!! Ambos seguíamos discutiendo.

 Lo que si nos hizo recuperar nuestro silencio, fue aquel disparo. Su sonido aun hacía eco en la oficina. Sórdido, letal. Cuando hice funcionar aquella arma, fue por callar aquellas voces que en mi interior daban los pros y contras de mi decisión. Cuando apreté el gatillo lo hice por mi familia, por que los amaba mas que nadie y por que no merecían a este hombre. No merecían a un débil.

Cuando apunté con el arma, perdoné a mi esposa, a mi hija, a mis amigos por abandonarme. Por no estar aquí cuando realmente los necesitaba.










Cuando le di al cuadro de Dalí que había en la oficina, supe, que me lo iban a descontar de mi salario….

1 comentario:

Perfida Canalla dijo...

Me ha gustado mucho.

Por cierto soy Pérfida
Un saludo coleguita